La confirmación del diagnóstico de Enfermedad por Virus
Ébola (EVE), el pasado día 6 de Octubre, en una auxiliar de enfermería que
había atendido a los dos sacerdotes españoles fallecidos por esta enfermedad
tras ser repatriados de Liberia y Sierra Leona, por lo tanto el primer caso
confirmado de transmisión de este virus fuera de África, ha dado un salto
cualitativo a este problema, generando una gran alarma en la ciudadanía. Se
debe aprovechar cualquier ocasión, y pocas mejor que esta, para tranquilizar a
la opinión pública, resaltando el hecho de que la transmisión del agente
infeccioso a la población general es difícil en las actuales circunstancias, ya
que para que tal cosa ocurra es preciso mantener contacto directo con un
infectado o con sus secreciones, por lo que la inmensa mayoría de los contagios
ocurren en el medio familiar u hospitalario.
Las que merecen alguna reflexión más profundas son las
circunstancias en las que ha ocurrido y las repercusiones de todo tipo, en
especial sociales y políticas, que este problema puede tener. Fue
controvertida la idoneidad del traslado a nuestro país de los dos afectados
españoles, y así se señaló tanto desde estas páginas como en otros muchos
medios, y no sólo por lo ineficaz de las mismas, aspecto este que aún
suponiéndolo solo lo hemos podido comprobar a posteriori, sino también
por los riesgos que de ello se derivaban. En especial en el segundo de los
casos, el del religioso García Viejo, sobre el que se cernían los peores
presagios al no existir un tratamiento específico que aplicarle.
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